Aún es muy pronto para saber si la nueva versión de Windows tendrá el éxito que espera Microsoft. La nueva versión de Windows es accesible de forma gratuita a todos los usuarios con una instalación de Windows 7 o Windows 8 desde ayer, 29 de julio.
La compañía de Redmond ha disfrutado de un indiscutible monopolio en estación de trabajo por todo el mundo, y sin embargo todavía no ha dominado un segmento clave que probablemente sea el que más le interesa: el de los desarrolladores. Sin desarrolladores, es imposible que una plataforma tan grande como es un sistema operativo tenga un éxito total. Pero existiendo sistemas operativos (en algunos sentidos) más orientados al desarrollador de software como son OSX de Apple o cualquier distribución Linux, Windows sigue dominando con un gran margen la cuota de mercado, por su estrategia de coalición con fabricantes de PCs.
Microsoft ha sido fiel a su release-cycle desde los años de Windows 95: cada 3 o 4 años lanza una nueva versión de su producto estrella, casi siempre rompiendo la compatibilidad con versiones anteriores en mayor o menor medida y aumentando los recursos mínimos necesarios para disfrutar de una experienca fluida. Además, esta última versión de Windows ha sido la primera en ofrecer actualización gratis desde versiones anteriores. Estas (y algunas otras) prácticas han contribuido a que Microsoft tenga una imagen de empresa no acorde a su tamaño.
Lo que muchos usuarios se preguntan es: es necesario un cambio tan grande como es actualizar una versión de Windows cada -relativamente- poco tiempo? La respuesta es obvia: no. La mejor prueba es que un sinfín de empresas arrastran en sus PCs versiones antiguas de Windows para mantener la compatibilidad de software creado hace años. Esto es algo que no sólo Microsoft, sino la gran mayoría de sistemas operativos tiene en su contra: un sistema de versiones anticuado y monolítico. Sin embargo, hace ya años que sistemas operativos implementan su solución contra este problema: el modelo rolling release que implementan Arch Linux o Gentoo, por ejemplo. Su modelo de actualización es modular: cada componente se actualiza a su ritmo y bajo su sistema de versiones, sin grandes actualizaciones y de manera modular y continua.
Sin embargo, se ha de decir que Microsoft esta yendo por un buen camino últimamente: ha liberado buena parte del código fuente de su plataforma .NET, lo cual reportará grandes beneficios a los desarrolladores. También ha liberado y potenciado su herramienta Visual Studio, un IDE (Integrated Development Environment en castellano Entorno de Desarrollo Integrado) que ofrece grandes avances en soporte multiplataforma respecto a la competencia.
Pero todavía hay aspectos en los que Windows 10 tiene mucho a mejorar: sigue siendo un entorno algo hostil para el programador de PHP, Python y otros lenguajes que son 100% compatibles con sistemas operativos que respetan los estándares POSIX. El problema con el codebase de Windows es que numerosos componentes críticos del sistema operativo no han cambiado desde hace 10 años, y no parece que vayan a cambiar. Esto hace que adaptar software de otras plataformas a Windows sea un quebradero de cabeza como mínimo.
Aquí puedes ver una tabla comparativa de los pros y contras que tienen Windows 10 y Linux para los desarrolladores web:
Windows 10 | Linux | |
---|---|---|
Gestión de software | Instaladores independientes (.exe, .msi) | Administrador de paquetes (apt-get, yum) |
Acceso root | Limitado | Permisos ilimitados |
Software de diseño | Profesional (Adobe Photoshop, Illustratror…) | Software libre (GIMP, Inkscape) |
Software para desarrolladores | Limitado / difícil de instalar (PHP, NodeJS…) | Soporte completo |
Precio | Gratis (actualizando desde versiones previas) | Gratis |
En los laboratorios de diseño web Sitelabs optamos tanto por Linux como por Windows: el sistema del pingüino por su compatibilidad con cualquier software diseñado para programadores, y el de la ventana por su amplio abanico de herramientas de diseño.