Existen dos tópicos muy extendidos sobre las webs baratas (y sobre la mayoría de productos y servicios). El primero es aquél de que lo barato sale caro, en virtud del cual todo lo que cuesta poco dinero es una birria que acaba no sirviéndote para nada. El segundo es el que asume que para tener un producto o servicio de calidad hay que dejarse una fortuna.
Como tópicos que son, ninguno de los dos es completamente cierto. Por un lado es verdad que hay que huir de lo excesivamente barato como del aceite hirviendo si no queremos quemarnos. ¿Te fiarías de un pintor que dice que te va a pintar tu local por 50 euros? ¿O de un electricista que te ofrece una reforma de la instalación eléctrica de tu local por 300 euros? Pues tu web o tu tienda online son tan importantes como tu despacho o tienda física, tu instalación eléctrica y la decoración de tu local juntos, porque si éstos inciden en la imagen que tendrán los clientes de tu negocio y en su intención de comprar tus productos o contratar tus servicios, con tu web va a pasar lo mismo. Desconfía si te ofrecen una web profesional que te vaya a servir para captar clientes por 200 euros.
Por otro lado, también es cierto que muchas veces pagamos grandes sumas innecesariamente, porque tal vez al empezar con nuestro negocio no necesitemos un local enorme o un gran número de empleados, por ejemplo, sino que iremos escalando nuestro negocio poco a poco a medida que veamos como nos va. Lo mismo pasa con una web.
No es necesario, por lo tanto, que nos tiremos a los chollos, con webs baratas, ni que nos gastemos una fortuna en una web muy compleja que no necesitamos.
Las webs baratas a menudo están hechas con plantillas compradas (ahorran muchas horas de programación), que, aunque sean muy atractivas visualmente, suelen no tener un código limpio (algo imprescindible para un buen posicionamiento en Google), y funciones innecesarias que pueden proporcionar una mala experiencia de usuario y, por lo tanto, perjudicar la navegación (también imprescindible para un buen posicionamiento) y la conversión (compra de productos, peticiones de presupuesto o de información o lo que queramos que el usuario haga por medio de nuestra web). Y desde luego no acostumbran a estar diseñadas según una estrategia SEO para que nos encuentren en Google.
Nosotros hemos llegado a ver webs corporativas diseñadas con plantillas pensadas para tiendas online, por ejemplo, o tiendas online desarrolladas como si fueran un blog, sin una estructura adecuada para vender. Gastarse el dinero, aunque no sea mucho, en una web así, es tirarlo, porque no va a servir para lo que está indicada: atraer a nuevos clientes que no podríamos conseguir boca-oreja.
¿Podemos, entonces, tener una web barata y de calidad? Por supuesto. Pero es necesario entender que en este caso no podremos tenerlo todo: tendremos que priorizar.
Si disponemos de poco presupuesto más vale que al principio hagamos una web muy básica,
pero personalizada para la actividad de nuestra empresa, con buenos fundamentos en la arquitectura web y los contenidos para irla escalando (por ejemplo, hacerla compatible con todos los dispositivos móviles y orientarla al SEO es imprescindible en la mayoría de los casos, con lo que es recomendable no ahorrar dinero en este concepto).
Tendremos que plantearnos, por ejemplo, si necesitamos la web en tres idiomas como teníamos pensado, o si con un idioma, el de nuestro público más numeroso, podemos ir tirando, y desarrollar las otras dos versiones más adelante, cuando hayamos testeado nuestro negocio en internet. Tal vez, por ejemplo, no necesitemos visibilizar absolutamente todos los servicios que ofrecemos sino dos o tres (cada página adicional desarrollada repercute en el coste), o no necesitemos ofrecer pagos por transferencia bancaria (cada pasarela de pago diferente requiere una instalación adicional, algo que también influye en el coste).
Estas decisiones son una prueba de fuego para algunas empresas, que a veces se empeñan en que todo es imprescindible para ellos y acaban contratando a quien se lo da todo pero mal trabajado.
¿Qué es imprescindible en una web, entonces?
Para eso sirve una web: para que nos contacten.
Si somos un fotógrafo, por ejemplo, podemos empezar por una web de un solo apartado (la portada), que contenga una breve descripción de quién somos y de nuestros proyectos, algunas muestras de nuestro trabajo y un formulario de contacto.
Pero para que nos contacten deben llegar a nuestra web primero. Y para que lleguen a nosotros, generalmente a través de Google, necesitamos llevar a cabo una estrategia SEO, mediante la cual determinemos cuáles son las palabras clave más competitivas por las que intentar posicionar en Google. Sin esta estrategia, aunque desarrollemos una web básica que anuncie un solo servicio o unos pocos productos, podríamos intentar subir posiciones en Google con palabras que no tienen búsquedas y que por lo tanto no nos proporcionarán clientes, o con palabras que están demasiado disputadas y por las que es muy difícil competir.
Si somos ese fotógrafo, entonces, tendremos que saber si nos conviene más anunciarnos por “fotógrafo de bodas”, por “fotógrafo freelance”, por “fotógrafo barato”, por “fotógrafo barcelona” o por “fotógrafo bodas barcelona”, por ejemplo. Escoger la opción que tenga la combinación más satisfactoria de búsquedas y nivel de competencia será básico para atraer tráfico a nuestra web que nos proporcione los clientes suficientes para hacer crecer nuestro negocio, rentabilizar la inversión en la web y podernos anunciar por más palabras clave que a su vez nos proporcionen más clientes todavía. Y para que Google nos posicione por las palabras que nos interesan, entre otros factores, cada servicio debe tener asignada una página (un apartado) diferente dentro de la web. Esta planificación sólo podemos hacerla mediante una estrategia SEO, que debe ser una prioridad en las webs más básicas.
Una web barata con una plantilla personalizada desarrollada desde cero, con lo más básico, que es una página de inicio, un apartado de presentación de la empresa y un formulario de contacto puede costar sobre unos 300 euros más IVA. Esto no incluye ni dominio, ni hosting, ni redacción de contenidos para potenciar la petición de información por parte de los clientes o la compra de productos, ni las imágenes, ni ningún concepto adicional. Tampoco incluye la estrategia SEO. Una estrategia SEO bien hecha, que realmente determine qué servicios son los más buscados de la actividad de la empresa, cuáles de estos son prioritarios y cuáles secundarios para saber cómo se debe escalar la web, cuesta sobre unos 700 euros más IVA.
Por lo tanto, una web barata pero de calidad, personalizada para el tipo de actividad que lleve a cabo la empresa, totalmente preparada con una estrategia SEO para ir escalando desde lo más básico, costará sobre unos 1.000 euros más IVA. Por debajo de ese precio, es raro encontrar una web esté bien desarrollada y nos vaya a servir para algo.
Siempre hay que tener en mente que una web no es una mera tarjeta de presentación online. Un cliente al que hayas contactado por otra vía que no sea internet raramente va a entrar en tu web para algo. Y si lo hace es porque ya se plantea contratar o comprar tus productos o servicios. Una web es parte de tu estrategia de crecimiento. Debe servir para atraer clientes a los que no puedes atraer por otras vías. Si no te va a servir para eso, entonces más vale que no la tengas. Porque no hay gasto peor hecho, por barato que sea, que el que se hace para nada.